“…Mientras brillen las estrellas y los ríos corran hacia el mar, hasta el día en que tú vuelvas sé que no te dejaré de amar…”
Con lágrimas en los ojos puso las hojas de nuevo sobre la cama, había leído un millón de veces aquellas hojas del diario, aquel poema, aquella carta…él sabía lo que iba a pasar pero no se sentía lo suficientemente fuerte, la carta no tenía destino pero él sabía que estaba destinado a leerla tarde o temprano y que de él dependería descubrir la verdad.
Salió del cuarto aún pensando en la carta y entre sollozos dijo:
-Liz…amor, ésta no eres tú, yo te conozco…¿por qué lo hiciste? – y salió caminando de la casa, algo llamó su atención, una mariposa que sobrevolaba y que entre susurros dijo:
-Despierta-
Elías se despertó sobresaltado y enseguida buscó a su lado a Liz, ella no estaba pero una tenue luz se asomaba por la puerta. Elías caminó rumbo a la cocina y encontró a su amada que asustada preguntó:
-¿Qué pasa amor?¿Has tenido una pesadilla?-
-Creo que sí, no lo sé…todo fue tan confuso- dijo cortadamente Elías
-¿Qué paso?¿No me has buscado?- dijo calmada Liz
-Sí, amor, aquí estás, pero en mis sueños no te encuentro-
-Pero si aún estás soñando…-
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